Esa mañana, a esa hora, yo estaba dentro de la regadera, no había postes parlantes en la ciudad ni muchos sistemas de alerta sísmica que hoy están en pie y funcionando. Mientras me bañaba sentí que el piso se movía y, de pronto, fue como si todo se moviera en todas direcciones, tuve que detenerme y parecía que no terminaba. El agua seguía saliendo y de alguna manera junté la fuerza para terminar ese baño. Mientras caía el agua en mi cabeza tocó la puerta mi padre para decirme que estaba temblando. En ese momento entendí lo que sucedía y apresuré para salir de ahí.
Para cuando me terminé de vestir y prendimos la tele, la ciudad estaba completamente destruida; como quiera fuimos al colegio y el resto de la semana nos dedicamos de voluntarios a apoyar en los sectores más necesitados, ya fuera a llevar cal a la Magdalena Mixhuca, o acomodar ropa por tallas en los centros de acopio entre otras muchas cosas.
De diseñar nuestro mundo en un espacio de consideración quizá nos regalaría un espacio más seguro y en el que los seres humanos nos sintiéramos menos vulnerables ante los embates.
En las últimas semanas nos ha tocado atestiguar la vitalidad de la Tierra. Hemos sido testigos de los huracanes más poderosos de la historia humana; hemos visto y sentido tormentas que tenían más de 20 años de no presentarse. Desde donde yo veo las cosas estamos viendo cómo cambia el clima. Al mismo tiempo, hemos atestiguado cómo las placas tectónicas liberan tensión con las afectaciones que esto provoca en los asentamientos humanos.
La vida es frágil.
Esto me lleva a pensar en la manera en la que hemos desarrollado la civilización humana y lo vulnerable que somos y nos hemos vuelto. Faltan ráfagas de 250 kms/hr para levantar techos y destruir el ambiente construido que nos sirve de refugio; en una sacudida de 8 grados Richter todo lo conocido puede derrumbarse; a la entrada del agua de un tsunami toda una ciudad es arrastrada convertida en escombros. Ante la intensidad de la fuerza de la Tierra no hay constructo humano que le resista. SER testigo de la destrucción sólo me hace preguntarme varias cosas.
¿Que es lo más importante?
Mucho de lo que hacemos los seres humanos se realiza sin considerar más que el interés propio. Pocas veces consideramos a otros y cuando pensamos en otros generalmente pensamos que son otros seres humanos. Sin embargo, la otredad, implica tanto a los seres humanos como al resto de la creación incluida la Tierra misma.
De diseñar nuestro mundo en un espacio de consideración quizá nos regalaría un espacio más seguro y en el que los seres humanos nos sintiéramos menos vulnerables ante los embates. Seguramente este espacio sería también resiliente y estaríamos mejor preparados para ver la energía de la Tierra que se libera y en ese caso no nos afectara.
¿Podemos hacer las cosas mejor?
Por supuesto. Podemos empezar a co-crear un mundo que prospera en el que todas las acciones de personas y empresas se integren de manera natural y armónica a los ciclos de la naturaleza.
¿Te lanzas a la aventura con nosotros?
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