Este 2018 inicio polarizado, los contrastes climáticos llegaron a marcar grandes diferencias en la tierra y mostrando temperaturas que tenían de no verse entre 50 y 80 años. En el hemisferio norte, en la costa este de los estados unidos, el ciclón bomba y la super luna generaron una catástrofe con inundaciones congeladas y profundas nevadas; mientras, en el hemisferio sur, los australianos gozan de un verano con temperaturas récord acercándose a los 50 grados centígrados.
Se ha dicho en la prensa que esto se parece a los escenarios marcianos por las temperaturas extremas. Yo diría que parecen escenarios marcianos por el comportamiento que tenemos los seres humanos en el planeta tierra. Nos hemos vuelto totalmente irracionales en nuestras decisiones y tenemos una visión tan corta y egoísta que de seguir así se nos pronostica poco futuro.
¿Por qué lo digo? Mientras los líderes mundiales de ciertos países europeos siguen enfocados en hacer accesibles las tecnologías limpias, la cabeza de países con el mayor aporte de gases carbónicos al orbe decide explorar cualquier reducto posible por hidrocarburos.
Si el sistema planetario es uno ¿cómo puede ser esto eficiente y efectivo? IMPOSIBLE. Conductas marcianas y resultados catastróficos. ¿qué podemos hacer para mejorar la situación?
Desde la cúpula política representada en las naciones unidas se ha trabajado desde hace más de treinta años por generar olanes de ruta que nos lleven vivir de manera equilibrada. En la década de los años noventa se nos presento la Agenda XXI, años después los Objetivos del Milenio y hace dos años la Agenda 2030 o los famosos Objetivos para el Desarrollo Sostenible. En todo este tiempo tendríamos que haber visto cambios positivos, indicadores que mejoran, especies que se recuperan, poblaciones más equitativas, hambruna que deja de ser y así podría seguir enlistando temas en los que, con estas Agendas y Objetivos tendríamos que haber mejorado.
Hemos fracasado en el cumplimiento de la promesa de satisfacer las necesidades actuales sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras de satisfacer las suyas, garantizando el equilibrio entre crecimiento económico, cuidado del medio ambiente y bienestar social.
Si pasan los años y en vez de mejorar las cosas se ponen peor, ¿será que algo estamos haciendo mal? ¿Nos habremos planteado mal los objetivos por que inalcanzables?, ¿estamos ejecutando mal las estrategias país que nos debieran llevar al cumplimiento de estos objetivos?, ¿estamos poniendo objetivos que se contraponen con intereses inquebrantables? La respuesta a estas preguntas no la tengo toda en las manos, pero desde mi humilde y parcial visión creo que la visión unitiva de largo plazo no esta siendo abordada con la profundidad requerida para llegar a la raíz de la situación en cada uno de los temas que tratamos de resolver.
El fascinante modelo de la sostenibilidad creo que ha agotado las posibilidades resolutivas que todos le vimos en el pasado. Hoy se encuentra desgastado y en una zona de confort en la que por más planteamientos sostenibles que nos hacemos el resultado es siempre mermante del recurso o el aspecto social, por no decir depredador. Nos hemos acostumbrado a justificar cualquier cosa bajo el paraguas de la sostenibilidad y de la responsabilidad social.
Creo que es momento en pensar más allá de la sostenibilidad, ya nos dimos cuenta de que con los parámetros actuales hemos fracasado en el cumplimiento de la promesa de satisfacer las necesidades actuales sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras de satisfacer las suyas, garantizando el equilibrio entre crecimiento económico, cuidado del medio ambiente y bienestar social.
Es tiempo de ir más allá de la sostenibilidad, ¿cómo podemos satisfacer nuestras necesidades al tiempo que regeneramos los sistemas naturales, económicos y sociales para asegurarnos ser agentes consientes de la coevolución. Es una labor para la que no tengo todas las respuestas pero en la que pondré energía para encontrar el camino y la acción que nos lleve hacia allá.
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