Recientemente me he visto envuelta en conversaciones sobre la comunicación de la sostenibilidad. Es interesante cómo ésta ha ido cambiando con los años. Ahora a mediados de 2014, tenemos ya a la mano la versión 4 de los principios para reportar GRI funcionando plenamente (Global Reporting Initiative por sus silgas en inglés). Es interesante atestiguar la evolución del estándar, cómo unos indicadores se han incorporado, otros se han modificado y algunos más se han eliminado. Todo esto con la finalidad de que las empresas que están o quieren reportar, lo hagan de una mejor manera. Una forma en que se refleje con mayor fidelidad cuál es la materialidad y las fronteras de la empresa que reporta, siempre con la mira en la autenticidad, credibilidad y congruencia de la entidad que presenta el reporte.
Pese a los cambios en los estándares y el empate que se ha hecho con el ISO 26000, lo que más me llama la atención de estas conversaciones es la dualidad por la que cruzan las empresas. Muchas se acercan a expertos en sostenibilidad para plantearse seriamente un cambio de cultura organizacional, alguien que les apoye y acompañe en el camino que implica desarrollar e implantar una estrategia de sostenibilidad. Me es grato ser testigo de que lo hacen sabiendo que es un proyecto a mediano y largo plazo; y que implica cambios que transformen desde el hueso la cultura actual. Durante el proceso de desarrollo e implantación, estos eligen eventos sobresalientes para comunicar la travesía que hace la empresa en esta senda de lo sostenible.
Sin embargo, me asusta profundamente todas aquellas entidades que, en un afán por sobresalir en el mercado se acercan a un experto en mercadotecnia para apoyarse en verse “más verdes”. Partir de este principio es maquillar de verde las acciones de la empresa, enmascarar una realidad que quiere aparentar… sin sustancia de fondo. Desgraciadamente en nuestra sociedad hay muchas empresas que dicen ser verdes sin serlo, que hacen dos o tres cosas para la foto, sin que en realidad se lleve a cabo una planeación del cambio con todo lo que la sostenibilidad implica.
En el largo plazo las primeras empresas aguantarán los embates de cualquier tormenta ya que tendrán la solidez en sus cimentos fundados en una estrategia y en un cambio profundo que sostiene su estructura en la transformación. En cambio, las empresas “pintadas de verde” comenzarán a “chorrear” sus colores contaminando aún más, no sólo su imagen sino todo el movimiento auténtico y el deseo de cambio de personas y empresas con principios.